miércoles, 26 de octubre de 2011

La victoria; dulce como el chocolate

Comenzó como un día cualquiera.

Ahí iba yo, reventando mis oídos, camino al paradero de micro. Como siempre, atrasada pero optimista.
Pasó una, y detrás de esa otra, y otra, y otra... Ningún conductor tuvo la amabilidad de detener sus puertas junto a mí (o al menos en el paradero en que me encontraba) para que pudiera partir, por fin, rumbo a mi universidad.

¡Pero mira tú cómo son las casualidades de la vida! Ya me había dado por vencida; había pronunciado para mí misma todas las palabrotas que conocía, y tenía mi cara de amurrada bien puesta, cuando un amable (y larguirucho) caballero detiene su auto junto a mi persona y me haces señas para que suba: Era el novio de una de mis mejores amigas de la universidad.

"Gracias, gracias, gracias!!!!", fue lo primero que le dije al subir a su auto. Mi desesperación ya excedía los límites de lo aceptable. Me había salvado...

Llegué a la hora a clases y ¡vaya que sorpresa! Me topé con las miradas hostiles de cada mañana... Sin embargo, nada podía opacarme ésta vez. Irradiaba emoción, nervios, alegría... Irradiaba toda mi esencia color de rosa.

Falté a casi todas mis clases; y me sentí algo culpable... Pero puedo decir que asistí a la más importante, y que el haber faltado valió la pena.

Toda la tarde en ascuas frente a la mesa de votación. Estaba histérica. Se me fue el apetito, se me fue la energía... El cuerpo me temblaba, y mi corazón daba un vuelco cada vez que escuchaba al presidente de mi lista decir "Tenemos esto ganado". Así lo afirmaban nuestros cálculos.

Entonces vino el conteo de votos:
Lista 1, lista 1 (partimos con sonrisas), lista 2, lista 1, lista 2 (vaya que pelado estaba esto!), lista 2, lista 2, lista 2 (nuestras caras comenzaron a palidecer)... Pero entonces, los cálculos que tanto habíamos analizado comenzaron a parecer los correctos.

Las sonrisas crecían en nuestros rostros junto con la ventaja por sobre la otra lista. Nada era definitivo aún.
Había que controlar la emoción, guardar el grito que teníamos ahogado y tratar de calmar al corazón que no dejaba de saltar con fuerza dentro de nuestros cuerpos.

Luego de esos instantes que parecieron eternos, me sentí como el presidente de la república: "Gana la lista 1 con 88 votos a favor".

¡Aplausos! ¡Gritos! ¡Euforia descontrolada! No alcancé a notar casi nada de lo que pasaba a mi alrededor cuando ya estaba entre los brazos de mi equipo. "¡Ganamos!", decían.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Say what you have to say