Hay tardes que contrastan entusiastas una mañana perdida; hay otras que le copian el rumbo y simplemente no hacen nada. Hay temperaturas que congelan, que nublan el corazón y llenan de lluvia los ojos... Otras te levantan, te sacan del enredo cometido en la cama y comienzan bajo el agua tibia de la ducha mañanera.
Hay noches tristes. Noches que quisieran haberse quedado en día... Noches que hubiesen preferido esconder la luna tras el sol, y tan sólo olvidar que a alguna hora tenía que (inevitablemente) comenzar.
Hay noches que dejan la almohada impregnada de tristeza, otras que tan sólo no te dejan dormir.
Noches de pesadilla, noches en vela, noches de locura, noches de pasión, noches tuyas, noches mías... Las noches de los dos.
Las mejores noches, los mejores días, son aquellos que comparto contigo... Aquellos que me hacen repetir una y otra vez que sí, vale la pena vivir; vale la pena despertar, vale la pena la mañana, la tarde, y la noche que pasaré a tu lado.
Tú le das a mi día, una razón para comenzar... A mi vida una razón para continuar.
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