A sólo días de comenzar un nuevo año... Me preparo para nuevos maravillosos momentos y aventuras que, estoy segura, aguardan por mí.
Algo en mi corazón me dice que el 2012 será mi año. No sé por qué me siento tan segura de ello, pero puedo percibir el palpitar con fuerza en mi pecho cada vez que lo imagino.
Comencé a sacar los cuadernos, las cartas, las revistas... Invitaciones, dedicatorias, e incluso un chocolate que no pienso comer (porque me hace pensar en él).
Entre tantas cosas, fui encontrando mis "cajas de los recuerdos", cada una de ellas con su año correspondiente, y llenas de memorias - buenas y malas - que alguna vez en mi vida decidí (nadie sabe por qué) conservar.
Abrí una de ellas. Rebosaba de papeles y sentí demasiada curiosidad. Cuando acabé de desatar los hilos que sostenían la tapa al resto de la caja, saltaron las ecografías del cáncer de mi perro. De forma casi instantánea y automática, llegaron a mi memoria las horas que pasé en la veterinaria, con la tremenda responsabilidad de tener que decidir si sacrificarlo era, o no, la mejor decisión.
Sentí que iba a romper a llorar. Rápidamente, y con algo de miedo, guardé todo de vuelta en la caja. Tomé todas las que tenía y las puse dentro de una más grande que dice "Recuerdos del 2003 al 2011".
No es tiempo de abrirlas aún... Siguen siendo momentos demasiado intensos para mí.
Espero algún día poder entender por qué decidí conservar todo aquello.
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lunes, 26 de diciembre de 2011
jueves, 13 de octubre de 2011
La memoria es inmensamente nuestra
Los recuerdos son, al fin y al cabo, lo único que realmente nos pertenece. Los recuerdos no son efímeros como la vida; éstos permanecen, queramos o no.
Los seres humanos recordamos con sabores, texturas, sonidos, perfumes… Son tantas las sensaciones que nos pueden hacer volver al pasado. Y esa vuelta nos hace volar en nuevas sensaciones que pueden ser inmensamente gratificantes, o terriblemente tristes: “No siempre la memoria te protege. A veces el recuerdo es implacablemente desolador”. Basta un pensamiento para estancar el tiempo; para viajar más rápido que la luz y volver a un momento que quizás perdimos, un momento que quizás dejamos.
Nuestra memoria se hace de sonrisas, de lágrimas, de pasiones y desazones. Nuestra memoria es la vida que vive dentro de nuestros corazones, y no podemos evitar volver a ella de vez en cuando, aunque pueda tener un dejo de dolor, de suicidio, de muerte espontánea.
Lo maravilloso de la memoria es que a veces nos permite dejar de vivir el presente, sin hacerlo en realidad. Vivimos el pasado de forma real y única. Podemos vivir cualquier momento y cualquier persona como sea que deseemos hacerlo. “La memoria, lo sabemos, es tramposa: ahí donde a veces los contornos son difusos y vagos, interviene el estado de ánimo”.
Fotografías, videos, y la imponente memoria. Todos guardan algún recuerdo: Miradas cómplices o enamoradas, sonrisas amistosas, lágrimas desoladas, rostros sin mayor importancia, sentimientos que parecieran haber quedado atrapados dentro de nosotros para siempre.
El recuerdo puede tener muchas consecuencias… Una de ellas, puede ser desear el pasado; otra, desear el olvido.
El olvido es de extraña naturaleza. No está en nuestras manos, ni el olvido, ni el recuerdo. Son ajenos a nosotros, y a la vez nos pertenecen. Su existencia roza la nuestra y conviven en directa relación; y nosotros ni lo imaginamos.
En el recuerdo guardamos también sentimientos… Podemos guardar amor u odio, cualquiera de esas emociones puede revivir con intensidad dentro de nosotros como si jamás hubiese desaparecido.
Personas y animales, sentimientos y emociones, todo dentro de un mismo ser. Un torbellino de recuerdos que nos puede ahogar en maravilla, e incluso en desolación.
A pesar de todo, podemos decidir no recordar; y aún así seguiría existiendo. Es inevitable, y eso lo hace maravilloso: El recuerdo es una de las pocas cosas que no puede ser -intencionalmente- modificado por el hombre. Es natural y espontáneo, es libre y verdadero.
En el recuerdo nos está permitido dar pinceladas de subjetividad sin hacer que éste sea menos real. La subjetividad es lo que lo hace único y especial… Lo hace más nuestro. Nos pertenece en totalidad.
Siempre disponible, siempre modificable y cuestionable; el recuerdo permanece más allá de todo y podemos llamarlo a la vida cuando sea que queremos. Lo llevamos junto con el alma, es algo que no podemos intentar controlar. Va más allá de nosotros mismos.
Todos debiéramos guardar hermosas melodías para escuchar, grandes ejemplos para imitar e inmensas sonrisas para volver a sonreír… Todos debiéramos llevar lo maravilloso de la vida de nuestros seres queridos a flor de piel.
Para que el recuerdo sea más amable, en el presente no debemos olvidar decir cuánto queremos, cuánto agradecemos, cuánto deseamos. Recordaremos entonces, sin remordimientos, sabiendo que lo que queda en la memoria es todo lo que hicimos en la vida, y que absolutamente nada quedó en el tintero.
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