Responsabilidades, certámenes, tareas... Mucho estudio y guías por hacer. Detrás de todo eso, maravillosos momentos que gritan por mi presencia.
La semana empezó pesada. Vuelta loca y sin saber cómo comenzar, pero con la convicción de que podía hacerlo. [Nuevamente, gracias a todos los que me dieron fuerzas]
Periodismo y medios: Charlas; cosas que motivan y desmotivan... En fin, así es el periodismo; y al parecer, también el primer año de carrera.
Entonces, horas de estudio en casa con la Ale, y después otras horas con la Cami y después otras más junto a Javier. Y como para compensar tanto estudio ¿Qué mejor que una orden de sushi para compartir? La sonrisa de los amigos es deliciosa.
En pleno momento de estrés, una conversación a medias encerrados en el auto; la necesidad de abrazarte y decirte que te quiero, que tienes mi apoyo siempre.
Es maravilloso escucharte decir que todo estará bien.
Comienza el martes: Parece que como por hacerle la competencia al lunes, se vuelve igual de agitado.
Presentaciones que no son formales aunque si lo sean, y compromisos que quedan sin cumplir porque al comprometido lo agarró el sueño a media tarde. Sueño descontrolado.
Entonces tienes tiempo de percatarte que aún había algo que no aprendías, y puedes notar que hay personas que están sin estar realmente.
La conclusión del día es que lo más valioso es saber hacerte sonreír, y que hay corazones que permanecen por siempre, aunque no lo creas.
Se acerca la noche, cerrando toda una jornada de supersticiones; dando inicio a un nuevo día, probablemente, tan agitado como éste.
Mi cabeza no deja de gritar.
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