
Algo en mi corazón me dice que el 2012 será mi año. No sé por qué me siento tan segura de ello, pero puedo percibir el palpitar con fuerza en mi pecho cada vez que lo imagino.
Comencé a sacar los cuadernos, las cartas, las revistas... Invitaciones, dedicatorias, e incluso un chocolate que no pienso comer (porque me hace pensar en él).
Entre tantas cosas, fui encontrando mis "cajas de los recuerdos", cada una de ellas con su año correspondiente, y llenas de memorias - buenas y malas - que alguna vez en mi vida decidí (nadie sabe por qué) conservar.
Abrí una de ellas. Rebosaba de papeles y sentí demasiada curiosidad. Cuando acabé de desatar los hilos que sostenían la tapa al resto de la caja, saltaron las ecografías del cáncer de mi perro. De forma casi instantánea y automática, llegaron a mi memoria las horas que pasé en la veterinaria, con la tremenda responsabilidad de tener que decidir si sacrificarlo era, o no, la mejor decisión.
Sentí que iba a romper a llorar. Rápidamente, y con algo de miedo, guardé todo de vuelta en la caja. Tomé todas las que tenía y las puse dentro de una más grande que dice "Recuerdos del 2003 al 2011".
No es tiempo de abrirlas aún... Siguen siendo momentos demasiado intensos para mí.
Espero algún día poder entender por qué decidí conservar todo aquello.