Pasa el tiempo, y yo sigo aquí; con sonrisas algo decaídas, lágrimas que ya han perdido su color, y una esperanza intermitente, eternamente acechada por la preocupación.
Miro una vez más mi reflejo. Un nuevo resquicio: el miedo de no saber dónde está la magia que hace falta para comenzar a hacer esos sueños realidad.
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